martes, 5 de marzo de 2013

El espíritu de Asis

Hace cuatro años falleció mi madre tras una lucha contra el cáncer. La verdad es que no fue fácil el día a día ya que ella estaba acostumbrada a vivir sola y ser completamente autosuficiente, y dado que la enfermedad iba ganando terreno ella cada vez estaba más limitada. Lejos de aceptarlo, ella se revolvía como un gato panza arriba hasta que llegó lo inevitable.

Éowyn y yo solíamos ir a pasar las vacaciones con ella, y guardamos muy buenos recuerdos de los momentos que tuvimos la suerte de compartir. Dado que ambos somos viajeros por naturaleza y ante la necesidad de limpiar el alma, decidimos que el mejor homenaje que podíamos hacer a su memoria era un viaje, y planeamos una ruta por autopista y carretera que cruzaría Italia, de norte a sur.

Llegado el día nos pusimos en ruta. Nos maravilló la belleza del país transalpino, quedamos fascinados de su legado cultural e histórico y prendados de la calidez de sus gentes.

Una de nuestras paradas fue en la pequeña villa de Asis, donde experimentamos algo que sólo puedo entender desde la mística o desde la profunda creencia en un Ser superior. Llegamos de noche, fatigados por el camino recorrido y con apenas ganas de salir a dar un bocado. Decidimos que lo mejor sería descansar y reservarnos para la jornada siguiente.

Nuestro hotel ocupaba un pequeño edificio antiguo con unas pocas estancias dedicadas a las habitaciones, por lo que no disponía de un comedor al uso y, de manera muy acertada, los desayunos se servían en el balcón del último piso, que ofrecía una panorámica incomparable del lugar. Realmente no importaba si daban café o tostadas...

Una vez saciados nos pusimos en marcha para descubrir los pequeños rincones del lugar, y un caracoleo de calles nos llevaron directamente a la antigua Basílica, en la cual pudimos comprobar que el balcón del hotel sólo era la primera parte de un banquete para el espíritu. No tengo palabras para describir la belleza y la paz que albergaban esos muros. Al bajar a la cripta el tiempo se paró, sólo se oía  el canto de la historia y allí estábamos, sólo Éowyn y yo... y Dios.

Algo ha cambiado estos dos últimos días. Quizás he sido yo o quizás Faramir. Tal vez los dos. Tras cuatro meses desde su nacimiento, en el día de hoy he comprendido que mi pequeño hobbit sólo busca cariño, y que grita, llora y se retuerce porque no sabe comunicarlo de otra manera... Él también ha percibido que su padre sólo quiere compartir un tiempo con él y tenerlo en brazos sin que eso suponga un drama... En definitiva, los dos hemos aprendido a entendernos y he podido gozar de su contacto y calidez mientras compartíamos desayuno Éowyn, Galadriel y yo.

Por un mágico instante nos hemos transportado al balcón del hotel y al corazón de la Basílica....  Se ha hecho presente el espíritu de Asís.


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