miércoles, 7 de noviembre de 2012

Quered mucho a vuestros hijos...

Es medianoche.

Estoy envuelto en un velo de dolor que nubla la vista mientras me caen las lágrimas al escribir estas palabras. Acabo de recibir la peor noticia que le pueden dar a uno...

Unos amigos acaban de perder a su hijo, nacido apenas hace cuarenta y ocho horas.

Me considero una persona espiritual y creo en Dios, pero ninguna explicación o sermón puede quitarme de la cabeza en estos momentos lo injusto que es a veces el destino.

El pequeñín no tenía buen pronóstico, ya que al principio del embarazo los médicos detectaron malformaciones severas en el feto y afirmaron que quizás no llegara a nacer, y que si finalmente lo hacía no sobreviviría demasiado. Finalmente llegó un mes antes de lo previsto y pesando un kilo y medio justito.

Apenas cuarenta y ocho horas... Ese tiempo es lo que tarda en irse a casa una familia con su bebé cuando no ha habido complicaciones. Nosostros mismos hace dos semanas, sin ir más lejos.

Nuestros amigos tomaron la valiente y difícil decisión de seguir adelante con el embarazo. Contra viento y marea y solos, ya que residen lejos de la Comarca. Seguramente no muchos hubieran sido capaces de afrontar semejante prueba, y por ello es mayor mi pesar y admiración.

No puedo imaginar mayor doŀor que la pérdida de un hijo, pero me reconforta pensar que entre tanta oscuridad siempre hay un aliento de esperanza y que debemos agradecer el milagro de la vida...

Aunque sean apenas cuarenta y ocho horas.

Sed felices.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Duérmete niño...

Hace dos semanas que nuestro querido Faramir llegó al mundo. Fue casi a caballo de un día a otro, y no un meara cualquiera (excelso equino montado por el pueblo de Rohan), ya que por cuarenta y cinco minutos se quedó bajo el signo de Libra. Es un bebé fundamentalmente sano y tranquilo, lo cual ya es mucho. Come bien, gana peso y altura con rapidez y, a juzgar por la frecuencia de sus cambios de pañal, la maquinaria funciona a pleno rendimiento. La felicidad es completa, ya que Éowyn también se recupera a buen ritmo.

 Resulta curioso lo selectivo de nuestros recuerdos y lo relativo de nuestra percepción. Faramir pesó y midió algo más que Galadriel, y sin embargo parecía lo contrario al ver su menudo cuerpecito. Igualmente, y pese a lo robusta que está Galadriel, siempre la voy a ver como mi niña pequeña.... excepto el día que conoció a su hermano. A su lado parecía un troll de las cavernas!

 Tras una semana y media en casa parece que el pequeño del agujero-hobbit va regulando las comidas y horas de sueño nocturnas. No es puntual a su cita con Morfeo como su hermana, pero tampoco es para quejarse. No crece Athelas bajo cualquier arbusto!

 En la cuestión del sueño parece que se repite la historia... Hasta ayer. No había manera de que Galadriel conciliara el sueño en mis brazos cuando era un bebé, de hecho raramente se dormía en brazos de alguien que no fuera Éowyn, y Faramir parecía haber adquirido la misma costumbre... Hasta ayer. No estaba particularmente cansado ni tenía hambre, pero en un instante se inquietó y lo que comenzó como un llanto fue in crescendo hasta rivalizar con el chillido de un jabato. Como esta secuencia ya la tenemos más que mecanizada lo tomé en brazos y me dispuse a dejarlo en los de Éowyn, pero se calmó antes del cambio y chupete mediante, nos dio una tregua para cenar. Duérmete niño, murmuré para mis adentros mientras recordaba la canción de cuna que a todos nos han cantado... Gracias mi pequeño hobbit!